viernes, 29 de enero de 2010

Cuando uno recibi una misión...

El dicho en la broma brasileña que “en la vida todo es pasajero menos el motorista y el cobrador” ya no es todavía tan divertido...por lo menos para el cobrador.
Esta profesión, en Brasil, puede estar con sus días contados, facto ya consumado en países como Argentina y Uruguay y en ciudades como Nueva York y Goiânia.
En un mundo con tan desigual distribución de renta, pensando en aquellos que tanto desean una oportunidad de trabajo, o que tengan recibido tal gracia - aunque por un salario mínimo - realmente cuestiono la existencia de la función de cobrador, en los días actuales.
Hay pocos días, tomé un colectivo de Niterói a Rio. Un colectivo muy limpio, confortable, con aire condicionado, teniendo como cobrador un joven que oyendo a su mp3, 4, 5 … (¡no lo sé!), ha dormido por casi todo el recorrido.
Me quedé preocupada con aquel sujeto. El traía la expresión de la más absoluta felicidad y realización personal.
¿Cómo una persona tan joven podría traer aquel aire de plenitud en su cara?
Y, a pesar de la agradable temperatura mantenida en el interior del vehículo, todo el que envidiaba era la facilidad que el tenía para dormir!
Volviendo al cerne de la cuestión, hay los que ven tal mudanza con buenos o malos ojos.
Algunos la asocian a la deshumanización del trabajo, otros ven en la virtualización de este procedimiento en particular, una reducción en las ocurrencias de asaltos.
Es de mi opinión que la deshumanización del trabajo se presenta principalmente en sus políticas y que tornar automático un servicio que exija poco del intelecto es, en verdad, una contribución para mejor aprovechamiento del mismo.
Entonces, finalmente, el lector que tanto nos prestigia, indignado, se pregunta que tiene esto a ver con educación.
Y yo le contesto diciendo que la relación surgió cuándo el sistema educativo abdicó del deber de ejercer la ética, que una vez descuidada, niega a los educandos el derecho de vivir sus vidas plenamente, de basar sus elecciones en informaciones justas y que los permitan hacer el que vinieron al mundo para hacer: cambiarlo!
Hay décadas, se anuncia lo cuanto la tecnología y la ciencia influenciarían la economía de este siglo y a pesar de esto las instituciones de enseñanza se quedaran, en su mayoría y por un grande período de tiempo, ajenas a la preparación de los jóvenes para tales transformaciones.
Por cierto, hay variadas tecnologías que pueden, a bajo coste, ampliar el campo de visión de los educandos. Una de ellas además de ser conocida como la séptima arte ya se ha mostrado como grande estrategia motivadora.
¿Cómo la sociedad absorberá tantos cobradores sin expectativas, sin calificaciones, cuando todo lo que necesita es mano de obra especializada?
Entonces, pensemos, nosotros que somos educadores por amor al oficio, ¿Qué podemos hacer ahora para proteger jóvenes de tan triste suerte?

miércoles, 6 de enero de 2010